¿Qué contiene la bóveda del fin del mundo?

En un rincón remoto del archipiélago ártico de Svalbard, Noruega, se encuentra una fortaleza impenetrable, incrustada en las entrañas de una montaña de permafrost. No resguarda oro ni secretos militares, sino algo infinitamente más valioso: la diversidad genética de la que depende la alimentación del futuro. Esta es la Bóveda Global de Semillas de Svalbard, conocida popularmente como la «bóveda del fin del mundo». Su propósito es simple pero crucial: ser un arca de Noé botánica, preservando la agricultura mundial de catástrofes como guerras, desastres naturales o el cambio climático. Aunque su nombre suena dramático, su función es una de prevención y esperanza. En su interior, miles de especies vegetales esperan, congeladas en el tiempo, a que el mundo pueda necesitarlas.

El concepto de una bóveda de semillas no es nuevo; de hecho, existen más de 1.700 bancos de genes alrededor del planeta, dedicados a la conservación de la biodiversidad. Sin embargo, la bóveda de Svalbard es la última línea de defensa. Actúa como una copia de seguridad para las colecciones nacionales y regionales, garantizando que, si alguna se pierde, la información genética pueda recuperarse. Imagina que un banco de semillas en una zona de conflicto pierde su colección completa. La bóveda de Svalbard tendría un duplicado, listo para ser enviado de vuelta y restaurar la diversidad perdida. Este sistema de seguridad es el motivo por el que se ha ganado su apodo y por el que su papel es tan vital en la estrategia global de seguridad alimentaria.

 

¿Qué tipos de semillas se almacenan?

La bóveda de Svalbard no es un simple almacén, sino una biblioteca biológica de la vida vegetal. Su contenido abarca la inmensa diversidad de cultivos alimenticios más importantes del mundo. Principalmente, las estanterías de la bóveda están repletas de las semillas de cereales básicos como el arroz, el trigo y el maíz. Estos tres cultivos representan la base de la alimentación para una gran parte de la población mundial, por lo que su preservación es de máxima prioridad. También se almacenan variedades de cebada, sorgo y mijo, esenciales en dietas de diversas regiones del planeta. La bóveda también contiene una vasta colección de legumbres, como los frijoles y las lentejas, además de vegetales como las patatas, y raíces como el ñame y la yuca.

Pero la bóveda va más allá de los cultivos más comunes. También protege las semillas de plantas menos conocidas, pero de gran importancia para la seguridad alimentaria local, como la quina, un pseudocereal andino, o el amarante. Estas variedades, a menudo olvidadas o consideradas menos productivas, pueden tener cualidades genéticas únicas que las hacen resistentes a enfermedades, plagas o condiciones climáticas extremas. En un futuro donde el clima sea impredecible, estas características genéticas podrían ser la clave para desarrollar nuevas variedades de cultivos que puedan sobrevivir.

El objetivo es asegurar que la humanidad tenga acceso a la mayor variedad genética posible para enfrentar los desafíos que se presenten. Por ejemplo, una variedad de arroz de una región específica podría tener un gen que le confiere resistencia a una enfermedad que está afectando a los cultivos en otra parte del mundo. Al tener esa variedad conservada, los científicos pueden estudiarla y utilizar su información genética para mejorar otras variedades. Este trabajo de mejoramiento genético es fundamental para la agricultura moderna y futura.

¿Quiénes tienen acceso a las semillas?

El acceso a la bóveda es un proceso riguroso y controlado. A diferencia de un banco común, las semillas no son propiedad de Noruega, a pesar de que el país financió y construyó la instalación. Cada país o institución que deposita sus semillas conserva la propiedad y los derechos sobre ellas. La bóveda funciona como una caja de seguridad de depósito a largo plazo. Por lo tanto, el acceso solo se concede a los depositantes originales de cada colección. Si el Centro Internacional de Mejoramiento de Maíz y Trigo (CIMMYT) deposita una colección de trigo, solo el CIMMYT puede solicitar su devolución.

Este modelo asegura que la soberanía sobre las semillas se mantenga en manos de quienes las recolectaron y estudiaron. La confianza es un pilar fundamental de la bóveda, y por ello, el sistema está diseñado para ser justo y transparente. Si una institución necesita recuperar sus semillas, debe pasar por un proceso de solicitud formal, demostrando que su colección original se ha perdido o dañado. La apertura de la bóveda y la entrega de las semillas son eventos poco frecuentes, reservados para situaciones de emergencia, como ha sucedido en el pasado con el banco de semillas de Alepo en Siria. Después de que su banco de genes fue destruido por la guerra, la bóveda de Svalbard se convirtió en un recurso vital para reconstruir la colección perdida. Este evento histórico demostró la importancia crítica de la bóveda y su papel como último recurso para la conservación.

¿Qué tan segura es la bóveda del fin del mundo?

La ubicación de la bóveda no es accidental. Svalbard, un territorio noruego al norte del Círculo Polar Ártico, fue elegido por varias razones estratégicas. La primera es su ubicación remota y su geología estable. Se encuentra en una zona con baja actividad sísmica y lejos de conflictos geopolíticos. La bóveda está construida en el interior de una montaña, lo que le confiere una protección natural contra amenazas externas y actos de sabotaje. Además, la entrada está protegida por gruesas puertas de acero, capaces de resistir explosiones.

La segunda y más importante razón es el permafrost que rodea la estructura. El permafrost, o la capa de suelo permanentemente congelada, actúa como un sistema de refrigeración natural. Si el sistema de energía de la bóveda fallara, el permafrost mantendría la temperatura de las semillas lo suficientemente baja, alrededor de -3°C, para conservarlas durante un periodo prolongado, aunque la temperatura óptima de almacenamiento es de -18°C. Las semillas se almacenan en sobres de aluminio herméticos, dentro de cajas selladas, lo que las protege de la humedad y el deterioro. La bóveda ha sido diseñada para sobrevivir a escenarios apocalípticos, incluyendo el derretimiento de los polos o el impacto de meteoritos, lo que refuerza su nombre. De hecho, la entrada de la bóveda está situada a una altura de 130 metros sobre el nivel del mar, lo que la protege de una posible subida del nivel del agua.

El futuro de la Bóveda de Svalbard

La bóveda no es un proyecto estático, sino un compromiso continuo con la seguridad alimentaria global. Su función es cada vez más importante a medida que el cambio climático y la pérdida de biodiversidad aceleran. Se espera que la bóveda continúe recibiendo nuevas colecciones de semillas, ampliando la diversidad genética que protege. Actualmente, alberga más de un millón de muestras, y su capacidad total es de 4,5 millones de muestras, lo que significa que aún hay mucho espacio para crecer. Los científicos y las instituciones de todo el mundo siguen trabajando en la identificación y conservación de variedades de cultivos en peligro de extinción, y la bóveda de Svalbard es el destino final para sus esfuerzos.

La bóveda es un símbolo de cooperación internacional y previsión. Es un recordatorio de que, a pesar de las diferencias, la humanidad comparte una vulnerabilidad común ante las crisis globales y que la colaboración es la mejor herramienta para superarlas. Al resguardar esta arca de la diversidad vegetal, estamos no solo protegiendo nuestro pasado agrícola, sino también invirtiendo en un futuro más seguro y sostenible para las próximas generaciones. Su existencia es una prueba de que, incluso en un mundo lleno de incertidumbre, se pueden tomar medidas concretas para asegurar la supervivencia de lo más esencial: la base de nuestra alimentación.

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