Gandhi era inflexible contra la «violencia» de la vacunación
La visión ética de Gandhi frente a la vacunación
Pocos temas generan tanta controversia como la vacunación, especialmente cuando se observa desde una perspectiva ética y filosófica. Mahatma Gandhi, líder espiritual y político de la independencia india, fue conocido no solo por su lucha contra el imperialismo británico, sino también por su postura firme frente a la “violencia” implícita en la vacunación. En su pensamiento, toda acción que forzara al cuerpo o vulnerara la libertad espiritual era contraria al principio del ahimsa —la no violencia absoluta—, uno de los pilares de su filosofía. Gandhi veía las vacunas como una forma de intervención forzada sobre la naturaleza humana, lo que las convertía, a su juicio, en una práctica que debía ser cuestionada tanto en términos morales como espirituales.
La relación entre ahimsa y la salud pública
El principio de ahimsa no solo implicaba evitar el daño físico hacia otros, sino también evitar la agresión hacia uno mismo. Para Gandhi, permitir que sustancias extrañas fueran introducidas en el cuerpo bajo la promesa de inmunidad representaba una forma de violencia interior. En su libro “A Guide to Health” (1906), el líder indio sostenía que la salud debía alcanzarse mediante la pureza del alma, la alimentación natural y la autodisciplina, no mediante intervenciones médicas que rompían la armonía del cuerpo.
Gandhi argumentaba que la vacunación no debía ser impuesta por los gobiernos coloniales, porque eso violaba la libertad de conciencia del individuo. Aunque no negaba la existencia de enfermedades infecciosas como la viruela, consideraba que el miedo y la falta de higiene social eran las causas principales de su propagación. Su posición, más que científica, era moral y espiritual, basada en su visión del ser humano como un todo indivisible entre cuerpo, mente y alma.
El contexto histórico y la desconfianza hacia la medicina occidental
En el siglo XIX y principios del XX, la India estaba bajo dominio británico, y muchas campañas sanitarias impuestas por el gobierno eran percibidas como instrumentos de control colonial. Gandhi veía con recelo cualquier práctica que proviniera de la autoridad imperial, incluida la vacunación obligatoria. Además, los métodos médicos de la época eran rudimentarios y, en ocasiones, peligrosos. Las vacunas eran preparadas en condiciones precarias y aplicadas sin consentimiento informado.
En ese contexto, Gandhi denunció lo que él llamaba la “violencia institucionalizada de la medicina moderna”, que sometía a las personas pobres y analfabetas a tratamientos que no comprendían. Para él, la verdadera salud pública debía basarse en la educación, la limpieza, la alimentación vegetariana y el autocontrol, no en la dependencia de medicamentos o vacunas. Su crítica iba más allá de la medicina: era una denuncia contra la pérdida de soberanía del cuerpo y la subordinación del individuo al poder científico y político.
Gandhi frente a la viruela y las epidemias
Durante las epidemias de viruela que azotaron la India, Gandhi fue testigo del sufrimiento de su pueblo. Sin embargo, mantuvo su posición contraria a la vacunación masiva. En lugar de promover las inyecciones, alentaba a sus seguidores a mantener la limpieza, la calma mental y la alimentación pura, convencido de que la enfermedad era un reflejo del desequilibrio moral y espiritual de la sociedad.
Aunque muchos médicos lo consideraron irresponsable, Gandhi defendía que la salud no podía lograrse mediante la coacción. En una carta de 1921, afirmó: “No creo que el remedio para el miedo sea la vacunación, sino la fe en Dios y en uno mismo”. Esta declaración resume su filosofía: la verdadera inmunidad provenía del espíritu, no de la aguja. Su visión influenció a movimientos naturistas y espirituales posteriores, que tomaron sus ideas como un llamado a la autosuficiencia sanitaria.
A pesar de las críticas, Gandhi no promovía el descuido ni la ignorancia. Pedía responsabilidad, higiene y alimentación sana, pero rechazaba el principio de que el Estado pudiera invadir el cuerpo humano con fines sanitarios. Hoy, esa postura se considera polémica, pero refleja un debate que aún sigue vigente sobre los límites entre la libertad individual y la salud colectiva.
El legado filosófico de una postura inflexible
Gandhi no era médico ni científico, pero su pensamiento influyó profundamente en la forma en que se discuten las políticas de salud pública. Su inflexibilidad frente a la vacunación debe entenderse como parte de su búsqueda de coherencia ética: no podía predicar la no violencia hacia los animales y, al mismo tiempo, aceptar un procedimiento que consideraba violento hacia el cuerpo humano.
Para él, el cuerpo era un templo que debía ser purificado, no alterado. Esta visión, aunque espiritualmente poderosa, ha sido criticada por ignorar la dimensión social de las epidemias. Sin embargo, su mensaje central —la necesidad de mantener la dignidad y la libertad ante el poder científico— continúa siendo relevante. En una época en la que la confianza en las instituciones médicas fluctúa, su llamado a la autonomía y la conciencia ética ofrece una reflexión profunda sobre los límites del progreso.
Hoy, historiadores y filósofos de la ciencia revisan los escritos de Gandhi para entender su impacto en los movimientos naturistas y antivacunación contemporáneos. Aunque las condiciones sanitarias actuales son muy diferentes, la tensión entre ciencia, espiritualidad y libertad que él planteó sigue siendo objeto de debate.
Su postura no fue una negación de la ciencia, sino una defensa radical del derecho a decidir sobre el propio cuerpo. En ese sentido, Gandhi anticipó discusiones que en el siglo XXI se han intensificado: ¿hasta dónde puede llegar el Estado en nombre de la salud pública? ¿Dónde termina la solidaridad y empieza la imposición?
Reflexión final: Gandhi y el dilema de la medicina moderna
El pensamiento de Gandhi sobre la vacunación no puede juzgarse solo desde la ciencia contemporánea, sino desde su contexto ético y espiritual. Su rechazo no era fruto de ignorancia, sino de coherencia con su principio de no violencia universal. Aunque su visión no se alinea con las políticas de salud actuales, su crítica sigue invitando a reflexionar sobre la ética del cuidado, la transparencia en la medicina y el respeto por la conciencia individual.
El debate entre libertad personal y responsabilidad social es uno de los más complejos del siglo XXI. En un mundo marcado por pandemias, biotecnología y vigilancia sanitaria, la voz de Gandhi resuena como un recordatorio de que la ciencia, sin ética, puede volverse una nueva forma de dominación. Comprender su postura no implica adoptarla, sino reconocer que la salud del cuerpo también depende de la salud del alma y de la integridad con la que actuamos frente a los demás.
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